El amor a un objeto, cualquiera que sea, es hijo de su
conocimiento. El amor es tanto más ferviente cuanto más cierto es el
conocimiento; pero la certidumbre nace del conocimiento integral de todas las
partes, que reunidas forman el todo que debe ser amado. Si no conoces a Dios,
no podrás amarlo; si lo amas por el bien que de él esperas y no por su virtud
soberana, imitas al perro que menea la cola y festeja con sus saltos a quien le
va a dar un hueso; si el animal conociera la superioridad del hombre, lo amaría
mejor.
¿Cuál es la cosa que cesaría de existir si se la pudiera
definir? El infinito, que sería finito si pudiera ser definido. Porque definir
es limitar la cosa definida con otra que la circunscribe en sus extremos, de
modo que lo que no tiene términos no puede ser definido.
Hay, sin duda, la misma proporción de la mentira a la verdad
que de las tinieblas a la luz; y la verdad es tan elevada esencia que, aun si
se aplica a materia humilde y baja, sobrepasa incomparablemente las vagas y
mentirosas amplificaciones y los más grandes y sublimes discursos. Aunque
nuestro espíritu, en efecto, tenga a la mentira por quinto elemento (agregado a
los cuatro que componen el mundo: aire, tierra, fuego y agua), no deja de ser
cierto que la verdad es la soberana alimentación, no de los espíritus
vagabundos, pero sí de las inteligencias agudas. Pero tú, que vives de
ensueños, preferirás los sofismas a las mentiras de los charlatanes en las
cosas grandes e inciertas, a las verdades naturales, bien que menos
pretenciosas.
Con poca esperanza pueden los míseros estudiosos aguardar el
premio de su virtud. En tal caso me encuentro yo, seguro de incurrir en no
pocas enemistades, ya que ninguno creerá lo que yo pueda decir de él. Muy
contados son los hombres a quienes desagradan sus propios vicios; antes bien,
sólo repugna generalmente el vicio a los que, por naturaleza, son contrarios a
él; muchos odian a sus padres o pierden la amistad de quienes los reprenden, y
no quieren saber de ejemplos de virtudes contrarias, ni oír ningún humano
consejo.
Si encontráis a un hombre virtuoso y bueno, no lo apartéis
de vosotros; honradlo para que no tenga que huir de vosotros y refugiarse en
desiertos o cavernas u otros lugares solitarios, lejos de vuestras insidias;
miradlos como a dioses terrestres, merecedores de estatuas y simulacros.
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