Desde antiguo.

Desde muy antiguo, hemos cruzado o saltado los muros más altos para llegar a los sitios más inhóspitos de la Tierra, no para otra cosa que para mejorar la especie, no para imponernos sino para disfrutar juntos de toda la riqueza que esta Tierra daba y seguirá dando. Hemos tratado al diferente como igual, aunque nos haya costado años y años en esta cronología. Poseemos todos una mente lo suficientemente excelsa como para comprender que: el futuro habremos de disfrutarlo todos juntos. De ello se infiere que: aunque no seamos iguales, sí pertenecemos todos a la raíz del primer árbol cuyos frutos, ya maduros ya inmaduros son eso, alimento para el hombre o bien para el propio árbol donde han de caer, a los pies de éste, los que aquél no tome para sí en sus manos.
Desde muy antiguo que nos hemos empecinado en construir juntos, en obrar para el bien común. Hicimos de la cosa una mayor, de la bestia la domesticamos en animal, del esclavo hicimos al hombre, y del hombre conseguimos inferir a Dios como creador de todo aquello que hoy toca escribir aquí.
Antes concebíamos al esclavo como animal y al animal como cosa. Aquello ha cambiado, aunque si bien, no totalmente, quizá debemos seguir mejorando con la idea de la utópica perfección como meta a conseguir para el resto de los días.
Debemos regocijarnos y deleitarnos en nuestras creaciones a partir de la materia existente, si bien, todos juntos. A veces parece que el mundo nos enfrenta entre nosotros, que la naturaleza se presenta como un tablero de ajedrez en el que un Dios bicéfalo mueve las piezas en un eterno juego consigo mismo. Debemos ver este juego como un arte que el creador ha dispuesto para nosotros, así mismo este arte como un juego que el hombre debe practicar asiduamente, no para otra cosa que para fortalecerse, mejorar y hacerse hombre superior o superhombre. Hablo del hombre y en esto me equivoco al referirme al humano como hombre, no es hombre ni superhombre sino superhumano. Debe permitírseme el beneficio de la duda.

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