Homo Deus - Yuval Noah Harari [Extractos] (Libro recomendado)

        Por supuesto, la alianza con el nacionalismo no consiguió despejar todos los interrogantes, mientras que sí creó toda una serie de problemas. ¿Cómo se compara el valor de las experiencias colectivas con el de las individuales? ¿Acaso conservar la polka, el bratwurst y el idioma alemán justifica dejar a millones de refugiados expuestos a la pobreza e incluso la muerte? ¿Y qué ocurre cuando estallan conflictos fundamentales en el seno de una nación relacionados con la definición misma de su identidad, como ocurrió en Alemania en 1933, en Estados Unidos en 1861, en España en 1936 o en Egipto en 2011? En tales casos, celebrar elecciones democráticas no es en absoluto una panacea, porque los partidos enfrentados no tienen razón alguna para respetar los resultados.

        Finalmente, mientras se baila la polka nacionalista, un paso pequeño pero importantísimo puede llevarnos de creer que nuestra nación es diferente de todas las demás a creer que es la mejor. El nacionalismo liberal del siglo XIX requería que el imperio de los Habsburgo y el zarista respetaran las experiencias únicas de alemanes, italianos, polacos y eslovenos. El ultranacionalismo del siglo XX procedió a desencadenar guerras de conquista y a construir campos de concentración para la gente que bailaba siguiendo una tonada distinta.

         Homo Deus, págs. 280-281


        Un liberal podría replicar que al explorar su propio mundo interior desarrolla su compasión y su comprensión de los demás, pero este razonamiento habría dejado fríos a Lenin o a Mao. Ambos habrían explicado que la autoexploración individual es un vicio indulgente burgués, y que cuando intente entrar en contacto con mi yo interior, es muy probable que caiga en alguna de las trampas capitalistas. Mis opiniones políticas actuales, lo que me gusta y lo que no me gusta, y mis aficiones y ambiciones no reflejan mi auténtico yo. Reflejan más bien la educación que he recibido y mi entorno social. Dependen de mi clase social y están modelados por mi vecindario y mi escuela. Tanto a los ricos como a los pobres se les somete a un lavado de cerebro desde el momento en que nacen. A los ricos se les enseña a obviar a los pobres, mientras que a los pobres se les enseña a obviar sus verdaderos intereses. Ninguna cantidad de reflexión ni de psicoterapia ayudará, porque los psicoterapeutas trabajan también para el sistema capitalista.

         En realidad, es probable que es te tipo de reflexión me distancie aún más de comprender la verdad sobre mí, porque confiere mucho crédito a decisiones personales y demasiado poco crédito a las condiciones sociales. Si soy rico, es probable que llegue a la conclusión de que ello se debe a que tomé decisiones sensatas. Si soy pobre, se deberá a que he cometido algunas equivocaciones. Si estoy deprimido, es probable que un psicólogo liberal culpe de ello a mis padres y me anime a establecer nuevos objetivos en la vida. Si sugiero que quizá estoy deprimido porque los capitalistas me explotan y porque bajo el sistema social dominante no tengo posibilidad  de que mis objetivos se hagan realidad , el psicólogo bien podría decir que estoy proyectando sobre «el sistema social»  mis propias dificultades internas, y que estoy proyectando sobre «los capitalistas»  cuestiones no resueltas con mi madre.

         Según el socialismo, en lugar de invertir años hablando de mi madre, mis emociones y mis complejos, debería preguntarme: «¿Quién es dueño de los medios de producción en mi país?¿Cuáles son sus principales exportaciones e importaciones? ¿Cuál es la conexión entre los políticos gobernantes y la banca internacional?».

          Homo Deus, págs. 281-282

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