sábado, 24 de noviembre de 2018

Globalización; migración e identidad.

Hay países como España en los que somos reacios, mostramos nuestra negativa a aceptar la idea de Globalización de Soros entre otros; la libre circulación de gente de cualquier índole o lo que sea.
Esa idea es para el de «Un Mundo Feliz» y sé que ustedes les han inculcado a sus hijos la mejor de las educaciones y luego les han dicho ya de mayores: «Con quien sea, pero que sea bueno».

Pocos disfrutamos de una exquisita educación, respecto del que desprecia hasta a su propia gente, e insulta a sus propios ancestros, e, incluso, a los suyos (de usted); pocos somos más inteligentes que la media; pocos somos más altos, más lo que sea...; sin embargo, la mayoría no carece de ese sentimiento de pertenencia a su país, de eso que los une a su cultura, a sus costumbres y a sus ritos propios.

Vivimos en un país que, si bien, en estos momentos no está del todo unido, es por el abundante ir y venir de gente con distintas raíces y, no, no es por el turismo, es sin lugar a dudas por la inmigración en su mayoría ilegal. Sé que usted reconoce este problema porque es tan inteligente como yo, o incluso más.

El problema de la pobreza en el mundo, entre otros muchos o, incluso de sangre; no se resuelven abriendo fronteras y mezclándonos a todos. De hecho, este será un hecho insólito, porque se formarán cada vez más guetos y más grandes. Se empeorará y degradará la convivencia entre nosotros, nos sentiremos sin raíces en ningún lado; por lo tanto, más enfermedades tanto mentales como... El sentimiento de pertenencia a un grupo o a un país, a una cultura diferentes es, sin lugar a dudas, lo que nos hace distintos, sí, a su vez es lo que hace de nosotros, nuestra identidad, lo que nos identifica.

En un mundo globalizado, esa identidad se perderá, la segregación, el auge de los nacionalismos en un futuro será todavía más claro y difícil de ponerles freno. Se intentará que resulte lo menos incómodo, puede; sin embargo, no dará resultado. Nos obcecamos con demasiada frecuencia y sobre todo con los problemas que nos incumben. Este es uno de ellos.

Ya ven que hay todavía muchos países que se niegan a colaborar en sus propuestas, las de sus Think Tank, ya que sin duda alguna, sabrían a lo que se atendrían con ello. Este no debe ser un intento de separarnos del grupo al que pertenecemos, no debe ser de ningún modo un hecho. No debemos aceptar esa propuesta alemana de Angela Merkel, ni pensarlo tan siquiera, nunca implicarnos en ello. Esta es una cuestión de Estado, sí, por ello conservar el Estado como lo que es desde su fundación con sus padres fundadores, los más serios de los españoles antaño, debe ser la prioridad.

El auge del comunismo y lo que creemos que se trata de un intento de allanar el camino hacia una República es, sin duda deleznable y se resolverá educando a los nuestros como a nosotros nos educaron: en la conservación de lo más preciado de lo nuestro, esparcido por el territorio español, que no es otra cosa que los españoles, nuestras personas, nuestra gente. Somos felices de pertenecer a un país llamado España, que es centenario.

No lo estropeen. Sabemos quienes somos. No intenten volvernos locos.

No deseamos que esto se convierta en un «Apartheid» como en algunos lugares del mundo, ello debería hacerles pensar. Piensen.

martes, 13 de noviembre de 2018

De la guerra y el pueblo guerrero (Así habló Zaratustra) [F.W. Nietzsche]

De la guerra y el pueblo guerrero

No queremos que con nosotros sean indulgentes nuestros mejores enemigos, ni tampoco aquellos a quienes amamos a fondo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad! ¡Hermanos míos en la guerra! Yo os amo a fondo, yo soy y he sido vuestro igual. Y yo soy también vuestro mejor enemigo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad! Yo sé del odio y de la envidia de vuestro corazón. No sois bastante grandes para no conocer odio y envidia. ¡Sed, pues, bastante grandes para no avergonzaros de ellos! Y si no podéis ser santos del conocimiento, sed al menos guerreros de él. Éstos son los acompañantes y los precursores de tal santidad. Veo muchos soldados: ¡muchos guerreros es lo que quisiera yo ver! «Uni-forme» se llama lo que llevan puesto: ¡ojalá no sea un-formidad lo que con ello encubren!
Debéis ser de aquellos cuyos ojos buscan siempre un enemigo - vuestro enemigo. Y en algunos de vosotros hay un odio a primera vista. ¡Debéis buscar vuestro enemigo, debéis hacer vuestra guerra, y hacerla por vuestros pensamientos! ¡Y si vuestro pensamiento sucumbe, vuestra honestidad debe cantar victoria a causa de ello! Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la paz corta más que la larga. A vosotros no os aconsejo el trabajo, sino la lucha. A vosotros no os aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Sea vuestro trabajo una lucha, sea vuestra paz una victoria! Sólo se puede estar callado y tranquilo cuando se tiene una flecha y un arco: de lo contrario, se charla y se disputa. ¡Sea vuestra paz una victoria! ¿Vosotros decís que la buena causa es la que santifica incluso la guerra? Yo os digo: la buena guerra es la que santifica toda causa. La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra valentía es la que ha salvado hasta ahora a quienes se hallaban en peligro. «¿Qué es bueno?», preguntáis. Ser valiente es bueno. Dejad que las niñas pequeñas digan: «ser bueno es ser bonito y a la vez conmovedor». Se dice que no tenéis corazón: pero vuestro corazón es auténtico, y yo amo el pudor de vuestra cordialidad. Vosotros os avergonzáis de vuestra pleamar, y otros se avergüenzan de su bajamar. ¿Sois feos? ¡Bien, hermanos míos! ¡Envolveos en lo sublime, que es el manto de lo feo! Y si vuestra alma se hace grande, también se vuelve altanera, y en vuestra sublimidad hay maldad. Yo os conozco. En la maldad el altanero se encuentra con el debilucho. Pero se malentienden recíprocamente. Yo os conozco. Sólo os es lícito tener enemigos que haya que odiar, pero no enemigos para despreciar. Es necesario que estéis orgullosos de vuestro enemigo: entonces los éxitos de él son también vuestros éxitos. Rebelión - ésa es la nobleza en el esclavo. ¡Sea vuestra nobleza obediencia! ¡Vuestro propio mandar sea un obedecer!  «Tú debes» le suena a un buen guerrero más agradable que «yo quiero», y a todo lo que os es amado debéis dejarle que primero os mande. ¡Sea vuestro amor a la vida amor a vuestra esperanza más alta: y sea vuestra esperanza más alta el pensamiento más alto de la vida! Pero debéis permitir que yo os ordene vuestro pensamiento más alto - y dice así: el hombre es algo que debe ser superado. ¡Vivid, pues, vuestra vida de obediencia y de guerra! ¡Qué importa vivir mucho tiempo! ¡Qué guerrero quiere ser tratado con indulgencia! ¡Yo no os trato con indulgencia, yo os amo a fondo, hermanos míos en la guerra! -

Así habló Zaratustra.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Sueño profundo y viajes astrales: parálisis del sueño.

Me levanté asustado, había un gran desconcierto en la calle con las bocinas de coches, autobuses, camiones, incluso alarmas de ambulancias y bomberos, la policía y la guardia civil. Me asomé a la ventana y debajo de mi casa se podían escuchar voces por walky talkie y radio. Pasaron varios aviones rasantes creí discernir que eran cazas por la velocidad a la que iban. Las campanas de la iglesia de mi barrio tañían incesantemente, más a lo lejos se podían oír las sirenas de colegios y fábricas. La guerra nuclear había comenzado.

He aquí el clamor de las trompetas del día del juicio final.

Un tenue resplandor seguido por otro grande irrumpieron en el cielo. Se podía ver allá a lo lejos lo que parecía una gran humareda. Momentos después, de repente, la leve brisa de aire se convirtió en un gran fuerte viento huracanado que rompió cornisas y ventanas, me impulsó hacia atrás, caí sobre la cama y seguidamente escuché un gran estruendo, como el de un rayo a mi lado, era como un terremoto (todo temblaba).
Entonces me desperté ofuscado, empapado de sudor y confuso; anonadado. El sueño me había jugado una mala pasada, —pensé para mis adentros—.


Entonces escuché el cerrojo de la puerta de casa, en mi piso, ¿quién podría ser si sólo yo tenía las llaves? Echaron la puerta abajo gritando: ¡policía, policía, al suelo! 
Dios, ¿pero qué era esto sino una broma de swating a estas horas?

Volví a despertar, todavía en cama, empapado. —¡Mierda!— Miré el reloj, aún eran las 4:46 de la madrugada. A mi lado estaba mi gata, sobre la cama descansaba tranquilamente.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Security

Este site por fin es seguro. Atrás quedaron los años de oscuridad en la web profunda y oscura. Pronto se podrá ver este blog en el buscador de Google, cuando yo lo permita.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Ecce Homo - Friedrich Nietzsche (Fragmentos)

ECCE HOMO - Friedrich Nietzsche
Fragmentos

¿Por qué soy tan sabio?

III
Considero un gran privilegio el haber tenido el padre que tuve: los campesinos a quienes él predicaba –pues los últimos años fue predicador, tras haber vivido algunos años en la corte de Altenburgo– decían que un ángel habría de tener sin duda un aspecto similar. Y con esto toco el problema de la raza. Yo soy un aristócrata polaco pur sang [pura sangre], al que ni una sola gota de sangre mala se le ha mezclado, y menos que ninguna, sangre alemana. Cuando busco la antítesis más profunda de mí mismo, la incalculable vulgaridad de los instintos, encuentro siempre a mi madre y a mi hermana. Creer que yo estoy emparentado con tal canaille [gentuza] sería una blasfemia contra mi divinidad. El trato que me dan mi madre y mi hermana, hasta este momento, me inspira un horror indecible: aquí trabaja una perfecta máquina infernal, que conoce con seguridad infalible el instante en que es posible herirme cruentamente, en mis instantes supremos, pues entonces falta toda fuerza para defenderse contra gusanos venenosos. La contigüidad fisiológica hace posible tal disharmonia praestabilita [desarmonía preestablecida] Confieso que la objeción más honda contra el «eterno retorno», que es mi pensamiento auténticamente abismal, son siempre mi madre y mi hermana. Mas también en cuanto polaco soy yo un atavismo inmenso. Siglos habría que retroceder para encontrar a esta raza, la más noble que ha existido en la tierra, con la misma pureza de instintos con que yo la represento. Frente a todo lo que hoy se llama noblesse [aristocracia] abrigo yo un soberano sentimiento de distinción; al joven kaiser alemán no le concedería yo el honor de ser mi cochero. Existe un solo caso en que yo reconozco a mi igual, lo confieso con profunda gratitud. La señora Cósima Wagner es, con mucho, la naturaleza más aristocrática; y, para no decir una palabra de menos, afirmo que Richard Wagner ha sido, con mucho, el hombre más afín a mí. Lo demás es silencio. Todos los conceptos dominantes acerca de grados de parentesco son un insuperable contrasentido fisiológico. El Papa hace negocio todavía hoy con ese contrasentido. Con quien menos se está emparentado es con los propios padres: estar emparentado con ellos constituiría el signo extremo de vulgaridad. Las naturalezas superiores tienen su origen en algo infinitamente anterior y para llegar a ellas ha sido necesario estar reuniendo, ahorrando, acumulando durante larguísimo tiempo. Los grandes individuos son los más antiguos: yo no lo entiendo, pero Julio César podría ser mi padre, o Alejandro, ese Dioniso de carne y hueso. En el instante en que escribo esto me trae el correo una cabeza de Dioniso.

¿Por qué soy yo tan inteligente?

I
¿Por qué sé algunas cosas más? ¿Porqué soy en absoluto tan inteligente? No he reflexionado jamás sobre problemas que no lo sean; no me he malgastado. Por ejemplo, no conozco por experiencia propia dificultades genuinamente religiosas. Se me ha escapado del todo hasta qué punto debía yo ser «pecador» Asimismo me falta un criterio fiable sobre lo que es remordimiento de conciencia: por lo que de él se oye decir, no me parece que sea nada estimable. Yo no querría dejar en la estacada a una acción tras haberla hecho, en la cuestión de su valor preferiría dejar totalmente al margen el mal éxito de esa acción, sus consecuencias. Cuando las cosas salen mal, se pierde con demasiada facilidad la visión correcta de lo que se hizo: un remordimiento de conciencia me parece una especie de «mal de ojo» Respetar tanto más en nosotros algo que ha fallado porque ha fallado. Esto, antes bien, forma parte de mi moral. «Dios», «inmortalidad del alma», «redención», «más allá», todos estos son conceptos a los que no he dedicado ninguna atención, tampoco ningún tiempo, ni siquiera cuando era niño. ¿Acaso no he sido nunca bastante pueril para hacerlo? El ateísmo yo no lo conozco en absoluto como un resultado, aun menos como un acontecimiento: en mí se da por supuesto, instintivamente. Soy demasiado curioso, demasiado problemático, demasiado altanero para que me agrade una respuesta burda. Dios es una respuesta burda, una indelicadeza contra nosotros los pensadores; incluso en el fondo no es nada más que una burda prohibición que se nos hace: ¡no debéis pensar! Muy de otro modo me interesa una cuestión de la cual, más que de ninguna rareza de teólogos, depende la «salvación de la humanidad»: el problema de la alimentación. Prácticamente puede formulárselo así: «¿Cómo tienes que alimentarte precisamente tú para alcanzar tu máximo de fuerza, de virtù [vigor] al estilo del Renacimiento, de virtud exenta de moralina?» Mis experiencias en este punto son las peores posible; estoy asombrado de haber percibido tan tarde esta cuestión, de haber aprendido «razón» tan tarde de estas experiencias. Únicamente la completa nulidad de nuestra cultura alemana –su «idealismo»– me explica en cierto modo por qué, justo en este punto, he sido yo tan retrasado que lindaba con la santidad. Esta «cultura», que desde el principio enseña a perder de vista las realidades para andar a la caza de metas completamente problemáticas, denominadas metas «ideales», por ejemplo la «cultura clásica»: ¡como si de antemano no estuviera condenado el unir «clásico» y «alemán» en un único concepto! Es más, esto produce risa –¡imaginemos un ciudadano de Leipzig con «cultura clásica»! De hecho, hasta que llegué a los años de mi plena madurez yo he comido siempre y únicamente mal expresado en términos morales, he comido «impersonalmente», «desinteresadamente», «altruísticamente», a la salud de los cocineros y otros compañeros en Cristo. Por ejemplo, yo negué muy seriamente mi «voluntad de vida» a causa de la cocina de Leipzig, simultánea a mi primer estudio de Schopenhauer (1865) Con la finalidad de alimentarse de modo insuficiente, estropearse además el estómago; este problema me parecía maravillosamente resuelto por la citada cocina (se dice que el año 1866 ha producido un cambio en este terreno.) Pero la cocina alemana en general, ¡cuántas cosas no tiene sobre su conciencia! ¡La sopa antes de la comida! (todavía en los libros de cocina venecianos del siglo XVI se la denomina alla tedesca [al modo alemán;]) las carnes demasiado cocidas, las verduras grasas y harinosas; ¡la degeneración de los dulces, que llegan a ser como pisapapeles! Si a esto se añade además la imperiosa necesidad, verdaderamente bestial, de los viejos alemanes, y no sólo de los viejos, de beber después de comer, se comprenderá también de dónde procede el espíritu alemán de intestinos revueltos. El espíritu alemán es una indigestión, no da fin a nada. Pero también la dieta inglesa, que, en comparación con la alemana, e incluso con la francesa, representa una e especie de «vuelta a la naturaleza», es decir al canibalismo, repugna profundamente a mi instinto propio; me parece que le proporciona pies pesados al espíritu, pies de mujeres inglesas. La mejor cocina es la del Piamonte. Las bebidas alcohólicas me resultan perjudiciales; un solo vaso de vino o de cerveza al día basta para hacer de mi vida un «valle de lágrimas» En Munich es donde viven mis antípodas. Aceptado que yo he comprendido esto un poco tarde, vivirlo lo he vivido en verdad desde la infancia. Cuando yo era un muchacho, creía que tanto el beber vino como el fumar tabaco eran al principio sólo una vanitas [vanidad] de gente joven, y más tarde un mal hábito. Acaso el vino de Naumburgo tenga también la culpa de este agrio juicio. Para creer que el vino alegra tendría yo que ser cristiano, es decir, creer lo que cabalmente para mí es un absurdo. Cosa extraña, mientras que pequeñas dosis de alcohol, muy diluidas, me ocasionan esa extremada destemplanza, yo me convierto casi en un marinero cuando se trata de dosis fuertes. Ya de muchacho tenía yo en esto mi valentía. Escribir en una sola vigilia nocturna una larga disertación latina y además copiarla en limpio, poniendo en la pluma la ambición de imitar en rigor y concisión a mi modelo Salustio, y derramar sobre mi latín un poco de grog del mayor calibre, esto era algo que, ya cuando yo era alumno de la venerable Escuela de Pforta, no estaba reñido en absoluto con mi fisiología, y acaso tampoco con la de Salustio, aunque sí, desde luego, con la venerable Escuela de Pforta. Más tarde, hacia la mitad de mi vida, me decidí ciertamente, cada vez con mayor rigor, en contra de cualquier bebida «espirituosa»: yo, adversario, por experiencia, del régimen vegetariano, exactamente igual que Richard Wagner, que fue el que me convirtió, no sabría aconsejar nunca con bastante seriedad la completa abstención de bebidas alcohólicas a todas las naturalezas de espiritualidad superior. El agua basta. Yo prefiero lugares en que por todas partes se tenga ocasión de beber de fuentes que corran (Niza, Turín, Sils); un pequeño vaso marcha detrás de mí como un perro. In vino veritas [en el vino está la verdad]: parece que también en esto me hallo una vez más en desacuerdo con todo el mundo acerca del concepto de «verdad»; en mí el espíritu flota sobre el agua. Todavía unas cuantas indicaciones sacadas de mi moral. Una comida fuerte es más fácil de digerir que una demasiado pequeña. Que el estómago entre todo él en actividad es el primer presupuesto de una buena digestión. Es preciso conocer la capacidad del propio estómago. Por igual razón hay que desaconsejar aquellas aburridas comidas que yo denomino banquetes sacrificiales interrumpidos, es decir, las hechas en la table d'hóte [mesa común de las pensiones] No tomar nada entre comida y comida, no beber café: el café ofusca. El té es beneficioso tan sólo por la mañana. Poco, pero muy cargado; el té es muy perjudicial y estropea el día entero cuando es demasiado flojo, aunque sea en un solo grado. Cada uno tiene en estos asuntos su propia medida, situada de ordinario entre límites muy estrechos y delicados. En un clima muy excitante el té es desaconsejable como primera bebida del día: debe comenzarse una hora antes con una taza de chocolate espeso y desgrasado. Estar sentado el menor tiempo posible; no dar crédito a ningún pensamiento que no haya nacido al aire libre y pudiendo nosotros movernos con libertad, a ningún pensamiento en el cual no celebren una fiesta también los músculos. Todos los prejuicios proceden de los intestinos. La carne sedentaria –ya lo he dicho en otra ocasión– es el auténtico pecado contra el espíritu santo.

Stellarium

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