Lo siento.

Ahogado en tus propias lágrimas has gritado violentamente a la vida, no para impedir más muertes de tus seres queridos y ordenar la de tus enemigos, fue para detener tus propios llantos y sollozos. Caminas muriendo por esta senda que todos comparten, flaqueando con cada paso, doblegado por la índole del tiempo a su voluntad, terminando por arrastrarte escurridizo, como las víboras, en los brazos de una mujer ante la adversidad de la muerte. Saliste de una al comienzo de tu vida para meterte en otra distinta al final de aquélla, no has superado la condición humana que os es propia a los hombres. Eres débil, eres un esclavo, nunca podrás compararte conmigo.

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