La antigua filosofía griega se dividía en tres ciencias: la física, la ética y la lógica. Esta
división se adecua perfectamente a la naturaleza del asunto y no hay nada que
corregir en ella, a no ser añadir el principio en que se fundamenta, para
cerciorarse así de que efectivamente es completa y poder determinar exactamente
las necesarias subdivisiones.
Todo conocimiento racional es, o bien material, y se refiere a algún objeto, o bien es formal, y se ocupa solamente de la forma
del entendimiento y de las reglas universales del pensamiento en general, sin
distinción de objetos. La filosofía formal se llama lógica, mientras que la filosofía material, se divide en dos.
Porque estas leyes son, o bien leyes de la naturaleza,
o bien leyes de la libertad. La
ciencia de las primeras es la física,
la de las segundas, ética. Aquélla
también se llama teoría de la naturaleza, y ésta, teoría de las costumbres.
La lógica no puede tener una parte empírica, es decir, una
parte en que las leyes universales y necesarias del pensamiento descansan en
fundamentos derivados de la experiencia, pues, de lo contrario, no sería
lógica, es decir, un canon para el entendimiento o para la razón que vale para
todo pensamiento y debe ser demostrado. En cambio, tanto la filosofía natural como
la filosofía moral pueden tener cada una su parte empírica, porque aquélla debe
determinar las leyes de la naturaleza en cuanto objeto de la experiencia,
mientras que ésta debe hacer lo mismo con las de la voluntad del hombre en la
medida en que es afectada por la naturaleza; las primeras se consideran leyes
por las que suceden los fenómenos, y las segundas leyes según las cuales suelen
suceder determinados fenómenos, aunque, sin embargo, se examinan las
condiciones por las cuales muchas veces no suceden.
Puede llamarse empírica
a toda la filosofía que se apoya en fundamentos de la experiencia, pero la que
presenta sus teorías derivándolas exclusivamente de principios a priori se llama filosofía pura. Esta última, cuando es meramente
formal, se llama lógica; pero si se limita a ciertos
objetos del entendimiento entonces se llama metafísica.
De esta manera se origina la idea de una doble metafísica,
una metafísica de la naturaleza y una
metafísica de las costumbres. Por
consiguiente, la física tendrá su parte empírica, pero también una parte
racional. La ética, igual, aunque aquí la parte empírica puede llamarse concretamente
antropología práctica, mientras que
la parte racional es la moral propiamente dicha.
Immanuel
Kant en Introducción a Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
En
la ‘Introducción’ por Luis Martínez de Velasco me sorprendió lo siguiente:
Aquel
que sistemáticamente se engaña sobre sí mismo se está comportando
irracionalmente, mientras que quien es capaz de dejarse ilustrar sobre su
propia irracionalidad no solamente dispone de la racionalidad de un agente
capaz de juzgar y actuar racionalmente con arreglo a fines, capaz de la
racionalidad de un sujeto moralmente lúcido y digno de confianza en asuntos
práctico-morales… sino que también dispone de la fuerza de comportarse
reflexivamente frente a su propia subjetividad y desvelar las coacciones
irracionales a que pueden estar sistemáticamente sometidas sus manifestaciones
cognitivas y prácticas morales.
Jürgen
Habermas
Aporía - Wiki.
El término aporía (del griego ἀπορία, dificultad para el paso), a veces escrito como aporima,
hace referencia a los razonamientos en los cuales surgen
contradicciones o paradojas irresolubles; en tales casos las
aporías se presentan como dificultades lógicas casi siempre de índole
especulativa.1
Debe
observarse que muchas especulaciones que en su momento fueron consideradas
aporías, es decir, paradojas irresolubles, luego han sido resueltas merced a
los avances cognitivos o a los cambios de paradigma, de cosmovisión o de episteme.n. 1
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Una voluntad perfectamente buena se hallaría, según esto,
bajo leyes objetivas (del bien), pero no podría representarse como coaccionada
para realizar acciones simplemente conformes al deber, puesto que se trata de
una voluntad que, según su constitución subjetiva, sólo acepta ser determinada
por la representación del bien. De aquí que para la voluntad divina y, en
general, para una voluntad santa, no valgan los imperativos: el no tiene un lugar adecuado aquí, porque ese tipo de querer coincide necesariamente
con la ley. Por eso los imperativos constituyen solamente fórmulas para
expresar la relación entre las leyes objetivas del querer en general y la
imperfección subjetiva de la voluntad humana.
Pues bien, todos los imperativos mandan, o bien hipotéticamente,
o bien categóricamente. Aquéllos representan la necesidad práctica de una
acción posible como medio de conseguir otra cosa que se quiere (o que es
posible que se quiera). El imperativo categórico sería aquel que representa una
acción por si misma como objetivamente necesaria, sin referencia a ningún otro
fin.
Por consiguiente, sólo hay un imperativo categórico, y dice
así: obra sólo según aquella máxima que
puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal.
El imperativo práctico será entonces como sigue: obra de tal modo que te relaciones con la
humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un
fin, y nunca sólo como un medio.
En el reino de los fines todo tiene un precio o una
dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente;
en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite
nada equivalente, eso tiene una dignidad.
La moralidad es aquella condición bajo la cual un ser
racional puede ser un fin en sí mismo, puesto que sólo por ella es posible ser
miembro legislador en un reino de los fines. Así pues, la moralidad y la
humanidad en cuanto que es capaz de moralidad son lo único que posee dignidad.
Las tres citadas maneras de representar el principio de la
moralidad son, en el fondo, otras tantas fórmulas de una misma ley, cada una de
las cuales contiene en su interior a las otras dos. […] En efecto, todas las
máximas tienen:
- Una forma, que consiste en la universalidad, y en este sentido se expresa la fórmula del imperativo categórico afirmando que las máximas tienen que ser elegidas como si debieran valer como leyes naturales universales.
- Una materia, es decir, un fin, y entonces la fórmula sostiene que el ser racional debe servir como fin por su naturaleza y, por consiguiente, como fin en sí mismo, o sea, que toda máxima ha de suponer una condición limitativa de todos los fines meramente relativos o caprichosos.
- Una determinación integral de todas las máximas por medio de la fórmula según la cual todas las máximas deben concordar, por propia legislación, en un reino posible de fines como si fuera un reino de la naturaleza.
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