Libertad

Libertad.

El objeto que esta fría noche de Noviembre de 2021 me sirve de análisis es, no obstante, el término «libertad».

Entre sus múltiples significados, usos y locuciones tercio al detenerme en los siguientes:

Del lat. libertas, -ātis.

1. f. Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otray de no obrarpor lo que es responsable de sus actos.

2. f. Estado o condición de quien no es esclavo.

3. f. Estado de quien no está preso.

4. f. Falta de sujeción y subordinaciónA los jóvenes los pierde la libertad.

5. f. En los sistemas democráticosderecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas.

6. f. Prerrogativaprivilegiolicencia.



Tanto es así que a continuación me explayaré sobre todas ellas en común y sin miedo o pudor, a perderme en una u otra según sume más y más texto en esta labor que me atañe u ocupa ahora y, que por supuesto, lleva rondándome toda esta somnolienta y fría noche de Sábado, 20 de Noviembre de 2021, hasta ahora las 5:15 AM, disculpen, realmente ha sido toda mi vida.

A mis quince creía saber lo suficiente como para dictarme lo qué hacer o no hacer en cada momento e, incluso, hacérselo ver a mi madre o familia. Desde luego estaba profundamente equivocado.

A mis ahora treinta y cinco no creo ni que haya vivido lo suficiente ni que haya leído lo suficiente como para saber realmente lo qué debo o no hacer en cada momento de que dispongo y, con ello, hacérselo ver a mis ancestros y más todavía si cabe, a mi madre.

He leído a los mejores y más grandes maestros de todos los tiempos, y, sin duda entendido en su amplia mayoría de escritos ya fueran ensayos, transcripciones escritas de sus diálogos con sus alumnos, narrativa, discursos metódicos o sesudos puramente lógicos, escuetas descripciones, largos cuentos y mitos, extensos y densos párrafos, tiradas de versos, buenas o malas oraciones simples o compuestas, o, incluso frases inacabadas.


De entre ellos destaco a los siguientes:

Hace más de 2500 años una vez reemplazadas las tribus primitivas de los "Galeontes" por otras constituidas por habitantes de varias regiones de Ática, Clístenes introdujo el principio básico de "isonomía" y fraguó así el término "democracia ateniense" con el fin de evitar la tiranía a la que parecían estar abocados otra vez.

Sin duda para Aristóteles, años después es el que diría lo que sigue: Conforme al mismo principio, puede decirse que la propiedad no es más que un instrumento de la existencia, la riqueza una porción de instrumentos, y el esclavo una propiedad viva; sólo que el operario, en tanto que instrumento, es el primero de todos.” Ya que; “Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo o los trípodes de Vulcano…” Es entonces cuando define: “…la propiedad es simplemente para el uso.Estaba acertado en aquellos tiempos, y estaría en lo cierto a día de hoy.

Para Immanuel Kant el hombre debía liberarse de sí mismo, de su propia irracionalidad llegando a la meta máxima de la Razón. Se es esclavo de sí mismo cuando no se razona como un ser libre. Este arquetipo de esclavo se debe, sin duda, a sus tutores que son, como no podría ser de otra manera: “la religión, el Estado y la cultura”. Con Kant partimos de un ejercicio conspicuo de intelección en el que ahondaremos no sólo en el significado de cada cosa sino que esta reflexión lógica nos servirá de medida de nuestra propia razón y por ende, el apego que tendremos a aquellas cadenas y sombras de la Caverna de Platón.


De un examen de doctorado. 

“¿Cuál es la tarea de toda enseñanza superior?” Hacer del hombre una máquina. “¿Cómo se consigue esto?” El hombre debe aprender a aburrirse. “¿Cómo se consigue esto?” Mediante la noción del deber. “¿Quién es su modelo en esta ocasión?” El filólogo, que enseña a trabajar como un burro. “¿Quién es el hombre perfecto?” El empleado del Estado. “¿Qué filosofía ofrece la fórmula suprema para el empleado del Estado?” La de Kant el empleado del Estado como cosa en sí, proclamado juez del empleado del Estado como apariencia. Por F. W. Nietzsche




    Prosigo.

Todos los jóvenes desean lo que los adultos. Muchos de ellos, alumnos todavía en derecho a aprender de sus maestros, se permiten la licencia de aseverarles a todos en las calles y en los foros que; quieren y desean ser libres y vivir en libertad, sin restricciones. Podríamos remontarnos a la Temprana o quizá, un poco más adelante, a la Edad Media e, incluso más adelante, cuando sobrevinieron las pestes bubónicas entre otras enfermedades y tiempos en los que la gente moría por doquier y sin saber a qué se debía, como prácticamente en estos momentos en que yo me digno a vivir, siglos después. Cabe destacar que en aquellos años la sociedad era más bien profundamente religiosa y creyente. Pese a que no tenían acceso a tanta información y desinformación como en la actualidad, la respuesta fue un Carpe Diem en un Beatus Ille. Donde grupos de jóvenes accederían a disfrutar como ellos entendían que debían hacer en diarias orgías lejos de las ciudades, donde la enfermedad se extendía rápidamente entre gritos y plegarias.

Hoy parecen desvivirse por lo mismo y en hacerlo público. Proclaman a los cuatro vientos sus apetencias y desean, no de otra manera, que se les permita hacerlo Ley. Muchos son los que ya no creen en Dios o Dioses, son ateos, otros agnósticos, y, otros no profesan ningún tipo de creencia. Les entiendo. Yo me permití la licencia en otros tiempos de ser como ellos, me arriesgué y sí, la vida me enseñó que estaba equivocado. Con los golpes de ésta sobre mis carnes y huesos logré reconocer entre la densa niebla que envuelve la Razón, esa, la de Kant, que no estoy solo y que ante la adversidad tampoco lo estaré. La vida nos enseña a todos sólo que unos aprenden antes y otros entienden después, más tarde, cuando ya les sobreviene la adversidad más dolorosa de todas; las pérdidas de seres queridos, etc.

Me remito a que el suicidio, opción de muchos, no es ni tan siquiera viable, una vía de escape, ni mucho menos, un último movimiento en defensa de nuestra propia existencia. Pues no se trata de otra manera que de la más grande de las debilidades del ser humano ante la adversidad que cubre en cierto momento nuestra vidas, ser y visión de futuro.

Para mí, mi gran ejemplo fue mi abuela que pese a trabajar como ella diría, como una esclava de Cártago o de Egipto, según los tiempos; empleó lo máximo de sí para subsistir, sobrevivir a la Guerra Civil Española junto a su familia: descalza verano e invierno, alimentándose de agua hervida a lo máximo con un trozo de unto dispuesto en el fondo de la olla, recogiendo ramajes, hojas, y trozos de madera tanto en los cercanos como en los lejanos montes a donde los demás no llegaban, ya por cansancio o por lo que fuese, aprovechando las gruesas pieles o tonas de las naranjas por los suelos de las calles para ingerir, etc. Fue sin duda un ejemplo de supervivencia y, en este caso no del más fuerte o más débil, sino de una persona que deseaba pervivir, llegar a formar familia y dar lugar a alguien como yo, el que te lo está explicando ahora. Ella fue, como la familia nos dignaríamos en describirla ante los demás una iletrada, sin embargo, yo que hablo al lector sin ambages ni medias tintas, se lo confieso; era analfabeta.

Con todo ello, y, aunque nos dignásemos en creer que la supervivencia e insistencia en pervivir o sobrevivir a la adversidad de los tiempos es cuestión intrínseca del instinto, he aquí que no sólo es instinto sino también algo más.


Fin de disertación.


[Sin revisar.]

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