La vida...

Lamento decirte que somos material orgánico que ingiere, procesa y se excreta a sí mismo. Luego creemos ser la existencia del universo que se conoce a sí mismo porque procesamos datos a un mayor nivel, por ahora, que la materia inorgánica. Eso es lo que creemos. Bien, este conjunto de materia en continuo cambio dividido en entes o sujetos que procesan los cambios en sí, reconociéndolos por comparación con los del medio que les rodea, no es más que una ecuación: suma y resta de electrones, multiplicación y división de células, derivación e integración de masa y energía.

El Dios del que hablas es el pensamiento que puede ser individual o colectivo que se produce por meros intercambios químicos y señales eléctricas en las neuronas, de los centros nerviosos constitutivos del encéfalo de los vertebrados, siendo el más desarrollado el de los individuos de la especie humana, perpetuándose por vía escrita, oral, digital o virtual sirviendo de vía comunicativa, desde el principio de la existencia del ser, entre sí, la materia orgánica; sin embargo, dentro de un plazo indeterminado, el material inorgánico ensamblado participará de él nutriendo a todo el sistema de forma exponencial. Quizá así, si parte del pensamiento que te confiere como ente único e individual, logra perpetuarse más allá de cientos de años, podría decirse que sobrevivirías a la condena y fracaso de la propia materia orgánica en oxidación, a lograr la longevidad que te caracterizaría como parte no mortal, pensante y atemporal, o lo que es lo mismo, algunas de las principales características de una deidad. Ánimo, si lo consigues podrías ser tú mismo el Dios que tanto anhelas, sírvete del conocimiento común para acceder a ello, pero por el simple hecho de creer que el pensamiento común te salvará y te librará del mal a día de hoy, no lograrás nada.

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