La pregunta que espera la respuesta que yo ya sé pero el resto no.

Formular la pregunta adecuada puede desestabilizar un imperio. Si no, observa al viejo Sócrates de Atenas que, asumiendo una postura de ignorancia, interrogaba a la gente para luego poner en evidencia la incongruencia de sus afirmaciones; a esto se le denominó «ironía socrática», la cual queda expresada con su célebre frase «Solo sé que no sé nada» (Ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα).

Desde mis particulares observaciones del método socrático, experiencia y una visión de lo que llaman más importante en filosofía deduciendo que es la pregunta, no la respuesta, lo más importante, y con una lógica bastante, aunque no del todo, depurada, he logrado deducir que una pregunta; aparentemente tonta, ignorante, algo pícara, y, sobre todo, inocente, a un interlocutor poderoso delante de los medios para que todo el mundo (esto es demasiado importante) pueda ponerse en la piel del que pregunta y esperar la respuesta que de antemano sólo saben él y el interlocutor es, indiscutiblemente, demoledora.

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