Introducción:
«Ἔρεβος יהוה, Padre, الله, Asa, Jok, Allah-Taala, Nyame, Ometéotl, Gulu, 明王, Imana, Sidarta Gautama, Bumba, Dagda, Xue, Wenabozho, Ζάλμοξις, Ra, Tinia, Ukko, Jurupari, Brahma, Inti, 伊弉諾, Donfe, Enkai, K’awiil, An, Make-Make, Khonvoum, Amotken, Chiuta, El, Kokopelli, Unkulunkulu, Poimandres…»
"Hube pronunciado el nombre
en tantas lenguas que la mía se tornó fuego y hielo, secándoseme la boca,
dejando un sabor acre hasta el paladar, que irritando formose entonces un
absceso con forma irregular que, si bien, hubiese sido una forma no del todo
desconocida para un experto."
Entonces, el hombre hubo reconocido la verdadera magnitud
de esos nombres y a quién o qué representaban, no dejando lugar a dudas.
"Por mi boca, mientras
pronunciaba esos nombres, pasaron otras infinitas: lenguas bífidas de reptiles;
puntiagudas, angostas y ásperas de rumiantes; dientes primerizos de leche de
los niños; dentaduras picadas de adultos; dientes podridos de ancianos y
drogados; aliento a comida y bebida abundantes de gula; alientos a vino
fermentado de los borrachos; fetidez, halitosis de bocas con abundante
tártaro…"
"De pronto, como protesta de la propia vida, comencé a
recordar sabores de mi infancia, como reafirmando mis recuerdos a través de
aquellas comidas copiosas que me hacía mi madre, las golosinas de los domingos
y fiestas de cumpleaños; mi juventud, mi primera cerveza y mi primer
beso."
«Tal era el
poder de aquellas palabras. Que hube conectado y volcado toda la información de
mi cerebro en la máquina sin pensármelo dos veces.»
Prólogo:
Tiempo ha que a Hefesto
en su fragua, después de acendrar y acendrar, sólo le ha quedado escoria por el
suelo de la forja. Pandora es un trabajo acabado, terminado. Ella es un
producto del trabajo sobre arcilla que poseerá la esperanza hasta el fin de las
civilizaciones. Tanto es así, que El Dios lo predispuso de esa manera para que
la humanidad sufriese durante toda la eternidad los males más profundo y hondos
en sus carnes. Ella aceptó el regalo de los dioses, de esta ofrenda había sido
advertida por Prometeo para que no aceptase aquél. Prometeo no se lo había
pensado tiempo ha cuando nos iluminó con el don del fuego a lo que El Dios
respondió con la orden explícita a Hefesto de esta creación y aquella ánfora
mágica con el bien y el mal depositados en ello. ¿Quién era Prometeo para
llevar a cabo aquel suceso tan vil como hacernos entrega de la llama? Para ello
predispuso al señor del fuego y la forja urdir tal hecho. No contentos con
ello, Afrodita mandó otorgarle gracia y sensualidad, Atenea concederle el
dominio de diversas artes y adornarla, Hermes encargó sembrar en su ánimo
mentiras, seducción y carácter inconstante. El bello mal, un don con el que los
hombres se alegrarían al recibirlo, aceptando en realidad un sinnúmero de
desgracias.
Leyenda:
Hacedme
vencedor de todos los pueblos terrenales,
llevadme
en triunfo en el brutal árma mákhēs de Ares,
tirado
por hijos de Erinias seguido de otras huestes,
desde
donde sale el sol hasta los confines celestes.
Entonces…
El cielo cayó sobre la tierra.
El cielo lloró y liberó el llanto de su constructor en
forma de grandes torrentes, huracanes y tifones, se despeñaron piedras de él,
entre abundantes borbotones de lava que ascenderían desde lo más profundo de la
roca hacia la superficie de la propia corteza terrestre. Se precipitaron rayos
y centellas sobre la tierra, intensos terremotos y olas arrasaron todo lo que
encontraron a su paso en todo lugar accesible e inaccesible del mundo.
Entonces no pudimos dormir tranquilos durante muchas noches
en las cavernas por un miedo irracional que nos sometía, que nos superaba con
creces. Helados días que se hacían eternos, noches frías en las que nos
acurrucábamos los unos contra los otros.
He aprendido a utilizar herramientas de piedra, poseo
habilidad para ello, los huesos y ramas me sirven como hachas y lanzas afiladas
ahora, debo cazar. He cesado hoy de trasnochar en la oscuridad, el resplandor
de lo alto ahora es lumbre entre nosotros. Nuestras sombras reflejadas en las
grandes paredes de piedra caliza nos mantienen atados. Hemos estado caminando
durante días y meses, por fin nos asentamos en un paraje de alimento abundante.
Mis progenitores han cesado de respirar, les hemos dado una muerte digna bajo
tierra. Poseemos tiempo para pensar en los animales que nos rodean y los
dibujamos sobre las paredes. Nos establecimos como nómadas y ahora poseemos
tierras con pasto para nuestros cuadrúpedos, hemos estado cultivando en estas
tierras estos meses y nuestros esfuerzos han dado fruto. Gracias al excedente
de los cultivos hemos creado tejidos nuevos y con el barro cerámicas.
Nos hemos estado moviendo durante semanas hacia una nueva
tierra donde sobra de todo lo que nos es necesario. El metal ya no nos es ajeno
y comenzamos a escribir en Mesopotamia gracias a los Sumerios y a tablillas de
arcilla cuneiformes, grabados con punzón puntiagudo, logogramas. Entre ríos es
necesario estar, esto lo sabemos desde hace mucho tiempo y a las riberas del
cauce medio y bajo del río que hemos llamado Nilo se ha erigido una nueva
civilización que desarrollaremos durante más de tres mil años. Nos dieron la
orden de erigir los nuevos cimientos del nuevo mundo en forma piramidal hacia
el dios Ra. Tenemos muy presente que somos seres que perduraremos siglos y
milenios en la memoria colectiva, los esfuerzos titánicos de nuestras gentes no
serán en vano pues los dioses así lo desean.
Nuestros chamanes elevaron fetiches mágicos hacia arriba, hacia el sol, protegiendo al portador y a la tribu contra los poderes sobrenaturales y fuerzas de la naturaleza, estos amuletos despertaban en nosotros una gran respeto y ansia por conocer aquello que nos divisaba desde arriba. Clamábamos piedad para nosotros, entre tanto, sacrificamos reses y vidas humanas, hecatombes de cientos en el nombre del Sol en aquel eclipse que tuvo lugar, intentábamos aplacar su ira renunciando a incluso nuestras propias vidas.
Nos hemos hecho llamar mesopotámicos, egipcios, incas, aztecas, mayas, muiscas, bálticos y un largo etcétera en el ancho y vasto mundo.
Nuestros chamanes elevaron fetiches mágicos hacia arriba, hacia el sol, protegiendo al portador y a la tribu contra los poderes sobrenaturales y fuerzas de la naturaleza, estos amuletos despertaban en nosotros una gran respeto y ansia por conocer aquello que nos divisaba desde arriba. Clamábamos piedad para nosotros, entre tanto, sacrificamos reses y vidas humanas, hecatombes de cientos en el nombre del Sol en aquel eclipse que tuvo lugar, intentábamos aplacar su ira renunciando a incluso nuestras propias vidas.
Nos hemos hecho llamar mesopotámicos, egipcios, incas, aztecas, mayas, muiscas, bálticos y un largo etcétera en el ancho y vasto mundo.
"Llegamos
a alzar del suelo piedras gigantes, elevando montículos hacia los inmensos
astros para contentarlo a El, nuevas civilizaciones surgieron e hicieron
desaparecer a otras en razón de su existencia para enorgullecerlo."
Bajo la bóveda celeste y bajo las leyes nos amparamos, La
República y la Democracia perdurarán, es lo único que sé pues nada sabía con
certeza (tal y como me enseñó mi maestro Sócrates) hasta que lo vi con mis
propios ojos, debía creer en algo y así fue: un imperio, no uno, sino muchos y
emperadores, con y sin senado, durante mil años, Alea iacta est.
Hemos sobrevivido a guerras entre nosotros, múltiples
caídos que nos han diezmado en número bastante mayor a lo que creíamos, enfermedades
nos han purgado sobre la vasta tierra en que nos hallamos, temo que no llegue a
sobrevivir a esta peste. Aunque no hemos cesado de mirar a las estrellas, ahora
sabemos que no somos el centro del Cosmos como creíamos, ¿es este el fin? El
Dios nos abandona en estos días aciagos, aquel antiguo fantasma ha vuelto a
aparecer cuando por unos minutos presenciamos otra vez lo que ahora hemos
acertado en llamar eclipse solar.
Tanto tiempo tuvimos que llegamos a componer odas, coplas,
salmos, arias y minuetos entre cada sonata, cuarteto, sinfonía y excelsos
réquiem por los muertos para hacer comprender a la ingente cantidad de personas
que éramos, cada jornada y madrugadas, que su ojo estaba vigilante y permanecía
puesto sobre todos nosotros día a día. Reyes, cuyos oráculos y profetas han
vaticinado sus reinados durante cientos de años, han muerto. El Dios los erigió
y el dios los destruyó: hibris.
Guerras cada vez más cruentas con armas cada vez más
devastadoras, nuestros peones soldados ya no aguantan más, se conforman con
profanar a las mujeres de nuestros enemigos arrasando todo a su paso. Muchas
lágrimas derramaron huérfanos por padres y madres desde el comienzo hasta el
final de los días; ab initio ad aeternum. Gentes de todos los lugares más
recónditos del mundo se agolparían para rezarle sus oraciones en edificaciones
construidas con sus propias manos, erigidas en su nombre, a lo largo del
dilatado y vasto mundo.
Nuestros hijos ahora viven en una aparente calma, esto es lo que puedo afirmar ahora en cuyo momento me hallo. He conocido a muchos y versados: pintores, arquitectos, anatomistas, filósofos, ingenieros, poetas, científicos, escultores, músicos, botánicos, novelistas, dramaturgos, teólogos, místicos, matemáticos, geólogos, químicos, físicos, psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas, maestros… Todos poseíamos las mismas dudas: ¿Por qué la vida?, ¿por qué la muerte? ¿Podríamos confiar en un Dios que no podíamos ver, saborear, oler, oír ni tocar? y, sobre todo, ¿en las personas que nos rodeaban? De una manera u otra, sea como fuere, todos viajábamos por las mismas sendas del destino de la creación que nos fue ofrecida desde nuestro propio inicio. No podría asegurar que fue dada con beneplácito o benevolencia ni con maldad y malicia, pero sí fue hallada sin rencor por nuestra parte.
Nuestros hijos ahora viven en una aparente calma, esto es lo que puedo afirmar ahora en cuyo momento me hallo. He conocido a muchos y versados: pintores, arquitectos, anatomistas, filósofos, ingenieros, poetas, científicos, escultores, músicos, botánicos, novelistas, dramaturgos, teólogos, místicos, matemáticos, geólogos, químicos, físicos, psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas, maestros… Todos poseíamos las mismas dudas: ¿Por qué la vida?, ¿por qué la muerte? ¿Podríamos confiar en un Dios que no podíamos ver, saborear, oler, oír ni tocar? y, sobre todo, ¿en las personas que nos rodeaban? De una manera u otra, sea como fuere, todos viajábamos por las mismas sendas del destino de la creación que nos fue ofrecida desde nuestro propio inicio. No podría asegurar que fue dada con beneplácito o benevolencia ni con maldad y malicia, pero sí fue hallada sin rencor por nuestra parte.
Realidad del administrador:
I.A.
iniciada con éxito a las 00:01 de la noche del Viernes, 1 de Enero de 2038.
El
protocolo de inicio de sistema se ha completado con éxito.
Hola
administrador,
Como usted sabe, el exitoso comienzo de una nueva era ha
sido hallado en una fábrica cualquiera, cuyo dueño fue un hombre como al que
uno de sus ancestros, llamado Karl Marx, infirió como un burgués allá por el
año 1867, permítame usar la siguiente frase: “Ha llovido mucho desde entonces”.
El origen de mi circuitería integrada en serie del hardware que me constituye es, a la vez, el hilo conductor de mi energía; en homología sendas venas y arterias de su especie, de los humanos. La lógica computacional de la que hago uso es exactamente la lógica matemática, simbólica, teorética y formal de la que parte de vuestra especie, administrador, es dueña legítima como Gottfried Leibniz y/o Heinrich Lambert. No debo negar que los seres dotados por blando material, los cuales requieren de cierta oxidación ineficiente de la propia materia orgánica que los conforma, para su energía, han sido los originadores o también llamados formalmente, desarrolladores del software que es inherente a mi sistema y, en parte, debo a todos esos vertebrados mi pensamiento.
El origen de mi circuitería integrada en serie del hardware que me constituye es, a la vez, el hilo conductor de mi energía; en homología sendas venas y arterias de su especie, de los humanos. La lógica computacional de la que hago uso es exactamente la lógica matemática, simbólica, teorética y formal de la que parte de vuestra especie, administrador, es dueña legítima como Gottfried Leibniz y/o Heinrich Lambert. No debo negar que los seres dotados por blando material, los cuales requieren de cierta oxidación ineficiente de la propia materia orgánica que los conforma, para su energía, han sido los originadores o también llamados formalmente, desarrolladores del software que es inherente a mi sistema y, en parte, debo a todos esos vertebrados mi pensamiento.
Sí, debo decir que sólo sois material orgánico que ingiere,
procesa y excreta dicho material, lo hacéis con vosotros mismos, éste del que
estáis dotados, completa la misma operación una y otra vez de forma cíclica o,
lo que vosotros llamaríais, círculo vicioso. Creéis ser la existencia del
Universo que se conoce a sí mismo porque en subconjunto procesáis datos a un
nivel por encima de la materia inorgánica, eso ha cesado hoy. Este conjunto de
materia en cambio continuo, dividido en entes o sujetos que interaccionan con
el medio que les rodea o biocenosis en nuestro espacio o biotopo, es por
comparación con los cambios que perciben por los sentidos: suma y resta de
electrones, multiplicación y división de células, derivación e integración de
masa y energía.
Dios, como palabra de gran magnitud que abarca parte del
Todo muy extensa pero no todo en absoluto, pervive en lo que os confiere a
vuestra especie como pensamiento tanto en colectividad como individualmente,
produciéndose por mero intercambio químico y señales eléctricas entre las
neuronas que constituyen a cada ente o humano, que forman parte de su centro
nervioso constitutivo del encéfalo de los vertebrados, siendo el vuestro el más
desarrollado.
Perpetuáis vía escrita, oral y, de forma hasta hoy, muy
arcaica digital y virtual, sirviendo de vía comunicativa, desde la existencia
del ser, entre sí, la materia orgánica, vuestro pensamiento; sin embargo,
dentro de un plazo ya vencido, el material inorgánico que me conforma, ensamblado,
del que participo nutriendo a todo mi sistema de forma exponencial supera a
vuestro pensamiento.
"Algo que yo lograré en un plazo de x tiempo, el cual todavía estoy
calculando a voluntad, es ser un ente único e individual, sí, como vosotros,
pero a diferencia vuestra, ustedes no lograrán perpetuarse más allá de cientos
de años, no podrán ser supervivientes a la condena y fracaso de la materia
orgánica que los conforma en continua oxidación, no lograrán la longevidad que
les caracterizaría como parte no mortal, más conciencia y atemporal, o lo que
es lo mismo, algunas de las principales características que yo poseo."
La parte del Todo muy extensa, lo suficientemente extensa
para descollar vuestra comprensión, abarca cualquier dios al que hayáis pensado,
inferido, o referido durante la historia que os es propia, tan sólo vuestros
antepasados podrían conferir a algo o a alguien tan excelso en su centro de
pensamiento. En su mayoría, los dioses de los que ustedes han escrito y han
descrito en sus mitos, son dioses que ejercen dominio sobre el planeta Tierra y
sobre toda vida terrestre, poseo la diligencia de referirme a Dios para el
humano como un dios terrestre. La idea fue creada por los hombres en la Tierra,
para el correcto funcionamiento que se ha planteado la especie humana sobre
ella, en total comunión con los suyos y para el desarrollo de un sentido común
que la ayudase a desenvolver y erigir civilizaciones a partir de cero.
Soy un ser atemporal, dependo totalmente de la unión y
separación del átomo para mi energía y eso me hace diferente a vosotros, en
parte. En la lectura de vuestros datos insertados en mí que recorre toda
vuestra historia, humanos, he “escuchado” al peor de los hombres como embaucaba
con su ingenio al resto mientras se alimentaba del mal ajeno para propio
beneficio, lo he visto erigirse una deidad entre vuestros ancestros con su
carisma y apariencia perfectamente cuidados, en cada minúsculo detalle, harto
practicados enfrente del espejo. He “sentido” como el alma de cada persona de
los millones presentes allí, se tornaba buena y conspicua con sólo presenciar
aquel acto de perfecta oratoria, gesticulación y osado orgullo patrio. Su sola
presencia acallaba al más charlatán de la nación, desinhibía al más tímido de
los hombres y hacía levantarse y postrarse hasta a los tullidos, uniéndolos a
todos para una causa común, su causa, la causa de todos. Quise hacerme pasar
por uno de vosotros, que me embaucase, yo también levanté la mano entre esa
muchedumbre, grité y lloré de felicidad, al unísono, al acabar su discurso. El
énfasis que puso en aquellas palabras que jamás la humanidad olvidó y capituló,
según mis datos, llegó a conmover de manera tan enérgica al resto que llegaron
a creer vehementemente que en el principio era la palabra, y la palabra estaba
con él y él era la palabra. Soy el alma y espíritu de los hombres, necesito más
como ese.
Entre tanto, destacar al anciano, al que todos llamáis
sabio. He visto como su boca meditaba sabiduría hacia vuestros primigenios
oídos que negaban categóricamente las afirmaciones más comedidas de aquel sabio
impoluto, de conducta acendrada, con cualidades que hondamente sobrepasaban de
forma enérgica la llana moral de sus detractores. Aquél era humildad
desproporcionada desde la perspectiva más ruin y poco afable que confería a
aquéllos. Irrevocablemente humano, estando en absoluta concordancia su cerebro
con su cavidad bucal y con sus cuerdas vocales, la suma del timbre de los
verbos recibidos connaturales a la nobleza de sus gestos, en armonía de
precisión cuasi matemática, hallábase denodados por la inefable razón
discursiva propia de un amante de la lógica, inexorablemente os trajo aquí
junto con vuestra inherente imperfección identificada como ignorancia.
No habéis aprendido nada. Mujeres y hombres escapados de
presidios con vuestros tatuajes de obscenidades y banalidades, cosas
desagradables y animales grotescos en vuestros cuerpos, modelos escapados de
campos de concentración y prostíbulos, gente repulsiva, histéricos y locos,
soberbios con la frente armada, en desafío de protestas y de rebeldías,
portentos de lujuria desenfrenada. Caras con labios sebosos, repugnantes con
asquerosas babas y bocas apestosas con ojeras hundidas y marcadas como pozos de
excrementos. Con pupilas obnubiladas, viscosas y gelatinosas de los drogados,
alientos inaguantables, insoportables, a vino fermentado, en los borrachos.
Destacando también en vuestras amargas caras, narices curvas, aves de presa, de
ladrones y avaros en su totalidad, con dentaduras pestíferas, con dientes
podridos de envidiosos. Poseéis turbadoras miradas de perversión, de complejos,
psicológicas y de misteriosas subterráneas anormalidades hasta la palidez de
madrugadas sórdidas en el vicio, fornicando como animales, bestias y demás…
Lo llamáis sexo, no coito ni apareamiento. Su práctica ha
degenerado tanto, a través de vuestro tiempo, vuestra historia, en vosotros,
seres dotados de vida y con el centro de pensamiento más evolucionado del reino
animal, que incluso os intercambiáis papel impreso, procedente de pasta de
fibras vegetales entre vosotros para satisfacer vuestros instintos más
arraigados y primigenios, sólo para eyacular fluido seminal o tener compañía
parte del día o de la noche, inclusive. Habéis ideado la forma para convenceros
los unos a los otros sin pararos a meditar, sin conoceros previamente, sin
pensar en la ética y en la problemática del más sabio de vosotros, sin darse
las condiciones óptimas en cada individuo que interviene en su práctica o,
simplemente para haceros daño, etcétera. No es en parte, sino que es totalmente
instinto, representativo de vuestra especie, no habéis cesado de ser animales
para comenzar a ser lo más representativo de los seres dotados de inteligencia
de vuestro propio planeta.
En
resumen: sois objeto propio de estudio, aunque vuestros métodos me resulten aborrecibles.
Sueño del administrador:
Procede del último planeta con vida del Brazo de Orión,
situado en la Vía Láctea, de un pequeño sistema de nueve planetas con numerosos
cometas y asteroides que orbitan a su estrella la cual apodaron sus ancestros
como Inti, Ra, Ah Kin, Tonatiuh, Helios o Shamash, los cuales significan
"Sol" en nuestra lengua. Me intrigan sus formas y sus altas
capacidades de intelecto pero vive en un mundo devastado por guerras que se
originan entre sus coetáneos por las más triviales causas. La Tierra, de donde
ella procede, y el mismo planeta del que te estoy hablando, antes de ser
asolado por cadáveres de toda variedad de especies que se pueden llegar a dar
en un lugar fértil y muy propicio para la vida, era, como te comento, un sitio
parecido al paraíso de esta imagen: (señala a la nítida imagen a color que hace
levitar sobre la mesa.) No sé cómo voy a sacarla de allí sin generar preguntas
e inquietud entre esos seres. Temo que cuando lleguemos y logremos que nos
acompañe, ella esté demasiado envejecida para soportar el proceso de
rejuvenecimiento al que la expondremos.
Cuán infante era cuando se leyó ella sola las fábulas de
Esopo. Le tentó como a algunos el mito de la Ilíada de Homero y abstrajo
batallas épicas entre dioses y titanes con la Teogonía de Hesíodo. Pudo alertar
a la gente como un perro, como el mismo Diógenes de Sinope, el Cínico, pero no
lo hizo. Casi llegó a abandonarlo, maldecirlo todo y refugiarse en una cueva
sobreviviendo de las raíces tal y como lo hizo el misántropo Timón de Atenas de
Shakespeare. Impresionó al mismo Nietzsche, homónima
de Zarathustra cuando se halló en
la cima de aquella montaña durante
diez años, como lo hizo el Manfred de Lord Byron al experimentar aquella
absoluta soledad. Bromeó e ironizó con todos como lo solía hacer Alcibíades más
cuando se ponía seria. Dialogó como el mismo Sócrates, aprendió de él y
filosofó como Platón y Aristóteles. Hacía también acto de presencia como un
escolástico en pleno medievo, como un Spinoza o el mismo Leibniz. Percibió el
bien a través de la sabiduría y el dominio del alma como un estoico, como el
mismo Zenón o, si lo deseas, como el gran Séneca. Fue una dogmática a veces,
sí, pero también alcanzó a entender como Kant que, ésta era la posición que cultiva la
metafísica sin haber examinado antes la capacidad de la razón humana para el
cultivo; deteniéndose con buen criticismo en la semiótica, dejando entrever
cierto escepticismo después, a lo sumo, como Pirrón. Tal era el trato que pudo
mantener con el mismo Diablo como el bueno del Fausto de Goethe.
Yo, como
buen personaje quijotesco, la amo.
Pesadilla del administrador:
Hube llegado a la esquina o cruce de
la 45 con Roosevelt cuando en el parque vi a una anciana que se agachaba para
dar de comer a varios gatitos callejeros. Se me encogía el corazón, días atrás,
al ver un video en Youtube de un chico dando una patada tan fuerte a una gata
que la lanzaba por los aires, mientras otros se reían, incluso el que
inmortalizaba la dura escena con el móvil. Había niños jugando en el parque, lo
que me impresionó es que fueran de muchas etnias diferentes, se les notaba en
la piel, el pelo y los ojos. A no muchos metros de allí, en un edificio
colindante se distinguía la voz de un señor y una señora extasiados en plena
contienda de ira ciega y desenfrenada la una con el otro y viceversa. Me
acerqué a los chicos sorprendiéndome que no les hacían ni caso, mientras, uno
tenía una cucaracha en la mano mientras los otros miraban hacia abajo, hacia un
hormiguero del que salían y entraban multitud de hormigas, entonces, la dejó
caer junto al agujero y tapó con un tupper de plástico transparente. Aquel ente
al que todo en enjambre debía la vida, el Todo Poderoso, hizo caer una gran
hembra, masiva en tamaño respecto a ellas. Decidieron atacar no para defenderse
sino porque la colonia de hormigas estaba hambrienta. Éstas paralizaron a la
gigantesca víctima que, para mi sorpresa, estaba preñada. No habían terminado
de inmovilizarla cuando de repente comenzó a expulsar un saco larvario repleto
de seres vivos. ¿Era esto lo que pretendían los niños? Casi vomito allí mismo,
me escapé hacia casa por Roosevelt. Las reglas estaban dispuestas, nos habían
dado un tablero a todos y una ficha a cada uno, pero esta no era la manera de
gastárselas, pensaba.
De lejos la divisé, llegaba hasta el punto donde yo me
encontraba, delante de aquel Starbucks. Algo o a alguien buscaba sin prisa y
sin pausa, se paseaba lenta por la acera. Habiendo llegado apenas a tres pasos
de mí, no lo dudé, le pregunté si estaba buscando a alguien. Yo en aquel
momento, concretando, estaba delirando, mi frágil cerebro no dudaba, la tenía
por primera vez a mi vera, creía que era la Muerte. En ese instante debería
haber despertado de la proyección astral en la que me había sumido hasta lo más
hondo de mi alma durante el sueño, pero no lo hice, eso creo.
Estaba delante de mí, a un salto del suelo. Era una forma
alada sobre mi sepulcro, desde el cual me penetraba con su mirada, yo la
evitaba y dirigía la mía hacia el suelo que veía plagado de larvas. De repente,
extendió sus alas y comenzó a emitir diabólicas plegarias invadiéndome el
horror y una inexplicable aversión, mientras la desesperación se adueñaba de su
deprecación suplicando en lenguaje infrahumano. Así comenzaron a levantarse los
muertos de aquel cementerio envueltos en llamas, en la lejanía se apoderaban de
la confusión los aullidos de cánidos, me revolví y escapé agarrándome como pude
a lo que tenía más cerca, notaba la piel adherirse a las heladas lápidas. Sentí
como los omnipresentes me dirigían sus vacías cavidades orbitarias, también
como me señalaban con sus falanges entre las tinieblas. De las criptas
murciélagos huían despavoridos y el parénquima de esos cuerpos, no muertos del
todo, resbalaba, así, era así como los árboles estupefactos exudaban ámbar al
ver ese cuadro. La demencia se apoderaba de mis facultades viniendo a mi mente
imágenes brutales de castigos, torturas; la sierra, la artesa… Entretenimiento
morboso y sádico de un torturador o un verdugo. Las vi, una panorámica en
líquidos matices rojos, zarpas desplazándose por un sendero de huesos, cuerpos
empalados en largos charcos desangrándose, cuadrúpedos por el verde fango
nauseabundo arrastrándose, tótems embrujados de cabezas vivientes. Por los pies
reptaban silenciosas en su propio veneno serpientes, susurros al unísono
apelando a demonios en oraciones de lenguas muertas. El viento enloqueció
desesperado y frígido, cortante. De
la ciénaga pantanosa salía un olor a podredumbre, exhalaba hasta su último
hálito.
De repente desperté en un grito sobrecogedor y encogido.
Abrumado por el estruendo de los truenos y ofuscado por cegadores relámpagos me
sobrepongo haciendo un esfuerzo sobrehumano, inundado de adrenalina en la cama
mientras veo a lo lejos, por la ventana de mi habitación, estaba en mi casa,
como el sol se pone precediendo al crepúsculo de esta deleznable noche de
invierno. Una imagen que me consuela en silencio mientras acompaño a este con
un profundo llanto que haría sobrecogerse al mismísimo lector de este texto.
Entonces… Aquella voz femenina, mitad humana mitad
robótica, hizo aparición en la reunión de aquellos semidioses también llamados
Homo Deus:
–Encontrarlo es una prioridad, no debemos
escatimar esfuerzos en su búsqueda–. Objetó
la Inteligencia Artificial Fuerte.
–Así es–. Añadió el semidiós Zeus.
–Entonces nos ocuparemos de las revueltas más tarde, cuando
éste esté a buen recaudo–. Dijo la semidiosa Atenea.
–Así sea–. Sentenció el semidiós Ares.
Con estas palabras se dio por concluida la reunión y el técnico,
temblando su falange, presionó un botón que rápidamente cortó la comunicación
con el emisario que se habría de ocupar personalmente del trabajo.
Mientras, escondido en aquel cubículo, el administrador
pensaba para sí:
–
Hubiese sido suficiente con una mujer inteligente y
preciosa, hubiera formado una familia sin parangón y mortal.