rebeldía. f. Cualidad de rebelde. || 2. Acción propia del rebelde.
rebelde. (Del lat. rebellis). adj. Que, faltando a la obediencia debida, se rebela (ǁ se subleva). U. t. c. s. || 2. Que se rebela (ǁ opone resistencia).
La rebeldía es un tipo de comportamiento humano, caracterizado por la resistencia o el desafío a la autoridad, la desobediencia de una orden o el incumplimiento de una obligación.
Desde tiempos inmemoriales existe la propensión del ser
humano a rebelarse contra sí mismo y contra los demás seres humanos. Esta
inclinación o tendencia es inherente al ser y han llegado a nuestros días,
gracias a los amanuenses o escribas, centros como bibliotecas que no fueron
quemadas y manos anónimas, diversos textos que ponen de manifiesto este
comportamiento “tan” humano.
Ciertamente, la cualidad de rebelde, es uno de los
caracteres, naturales o adquiridos, que distinguen a las personas, a los seres
vivos en general o a las cosas, no sin olvidar a los seres mitológicos. Desde
la antigüedad se destacan reglas impuestas por el ser humano a otros seres
humanos con el fin de arreglar la convivencia entre ellos, estuvieran de mutuo acuerdo
en su elaboración o no como, por ejemplo: el Código Hammurabi de los Amorreos
a partir de la unificación de toda la región de Mesopotamia hacia el 1763 a.C.;
las estelas, decretos y códigos que nos llegaron del Antiguo Egipto; las leyes
de la Polis de la Antigua Grecia; leyes de la Antigua Roma y derecho romano,
etc.
Este tipo de comportamiento o tendencia a sublevarse contra
lo establecido del sujeto o individuo, ya fuese, en un principio, contra sus
seres más cercanos, familiares o amigos, o bien, grupos fuera de su círculo más
cercano a los que progresivamente llegará a pertenecer o, el mismo sistema social
o sociedad es, sin embargo, una reacción contra el igual con el que se comparte
algo conjuntamente ya sea pupitre, juguete, habitación, aula, casa, trabajo,
vida… Ciertamente, los padres tienden a imponer a sus hijos su autoridad como
regla, fundamento en el que se establece la convivencia social desde temprana
edad hasta la adultez donde serán aceptados por el resto de seres sociales, la
sociedad, todavía cuando no se compartan sus ideas adquiridas de libertad,
siendo modificadas durante la adolescencia tanto en las aulas con el resto de
compañeros, como en el lugar de trabajo con el resto de empleados.
El sujeto empieza obedeciendo a sus progenitores como ser sumiso para con su propia protección, alimentación y seguridad ante el exterior en la etapa de infante para sucederse luego los cambios en el propio individuo, en su cuerpo y mente, hormonales, etc., que darán lugar a la adolescencia donde éste no se siente dueño de sí mismo, de su forma mental y física a sus reacciones para con los demás, en algunos casos siendo irracionales. El propio sujeto, a veces, se analiza y juzga a sí mismo, otras, lo hace con los demás, con sus seres cercanos o con las mismas reglas y sociedad en la que empieza a adentrarse. Se ve incapaz de responder a muchas de las preguntas que se plantea para consigo mismo en relación con los demás. Juzga en muchas ocasiones y es juzgado por sus iguales, en sus mismas condiciones, en las escuelas e institutos conllevando en algunos casos cierta tendencia al aislamiento, enemistad, depresión e incluso el suicidio. Cabe destacar que no en todos los estratos sociales es igual esta tendencia a juzgarse a sí mismo y al otro pues, en la suposición de que desde infante ha obtenido respeto tanto de su círculo cercano como del exterior y ha sido inculcado en los preceptos de libertad, comprensión y respeto, el adolescente puede datarse de adulto desde más temprana edad que los demás. Esto estando en concordancia su edad cronológica con su edad mental, pues también es cierto que el adulto mentalmente aún con una edad cronológica de nueve años es altamente extraordinario en la sociedad, a partir de ahí hasta los trece años. [Adulto es para mí aquel que mentalmente ha llegado a los dieciocho.] Cierto es, también, que con más de dieciocho años cronológicamente se puede ser todavía, en cierta manera, un prototipo de niño-adolescente, esto implicaría una edad mental inferior a la cronológica.
El sujeto empieza obedeciendo a sus progenitores como ser sumiso para con su propia protección, alimentación y seguridad ante el exterior en la etapa de infante para sucederse luego los cambios en el propio individuo, en su cuerpo y mente, hormonales, etc., que darán lugar a la adolescencia donde éste no se siente dueño de sí mismo, de su forma mental y física a sus reacciones para con los demás, en algunos casos siendo irracionales. El propio sujeto, a veces, se analiza y juzga a sí mismo, otras, lo hace con los demás, con sus seres cercanos o con las mismas reglas y sociedad en la que empieza a adentrarse. Se ve incapaz de responder a muchas de las preguntas que se plantea para consigo mismo en relación con los demás. Juzga en muchas ocasiones y es juzgado por sus iguales, en sus mismas condiciones, en las escuelas e institutos conllevando en algunos casos cierta tendencia al aislamiento, enemistad, depresión e incluso el suicidio. Cabe destacar que no en todos los estratos sociales es igual esta tendencia a juzgarse a sí mismo y al otro pues, en la suposición de que desde infante ha obtenido respeto tanto de su círculo cercano como del exterior y ha sido inculcado en los preceptos de libertad, comprensión y respeto, el adolescente puede datarse de adulto desde más temprana edad que los demás. Esto estando en concordancia su edad cronológica con su edad mental, pues también es cierto que el adulto mentalmente aún con una edad cronológica de nueve años es altamente extraordinario en la sociedad, a partir de ahí hasta los trece años. [Adulto es para mí aquel que mentalmente ha llegado a los dieciocho.] Cierto es, también, que con más de dieciocho años cronológicamente se puede ser todavía, en cierta manera, un prototipo de niño-adolescente, esto implicaría una edad mental inferior a la cronológica.
Con la documentación de sucesos históricos que Heródoto
comenzó, ha quedado patente a lo largo de la historia del ser humano que no
sólo el adolescente se rebela, sino que el adulto rebelde es el que más cambios
en la misma ha comenzado ya fuesen fructíferos o infructuosos. Cada nación de
las que se cuentan hoy en día ha vivido sus propias revoluciones ya traídas de
fuera por otros, con sus ideales, ya comenzadas en el propio seno de la nación
por sus ilustres grupos que detentan el poder o, simplemente, más justicia para
el pueblo y no una ausencia de ésta según sus principios más arraigados. Bien,
la mayoría de las veces, han sido revoluciones con rebeldes adultos
pertenecientes a los ideales de la propia maquinaria del sistema en auge en ese
momento y otras no; siempre, esto es destacable, movidos por las altas esferas
o comúnmente llamados, ilustrados, siendo las ramas del poder establecido las
que trasladarían al resto de seres sociales a un lado o a otro pacífica
o súbitamente.